jueves, 5 de junio de 2014

Tona

Hace 58 años morían mis abuelos maternos en un accidente de tren. Ni mi mamá, ni mi hermano ni yo los conocimos.

Mis abuelos maternos entonces fueron mis tíos abuelos maternos, conocidos como Lelo y Lela o  Tona. Ellos fueron mis abuelos de verano en el mar, la siesta por la tarde, la calesita de la plaza camino a la peatonal o el helado en Gianelli cada santa tarde de verano en que mi mamá me dejaba primero a mí y con el paso de los años a mi hermano y a mi en el palacio veraniego de la extraña dinastía familiar a la que habíamos accedido solo por la muerte de dos personas a quienes conocimos por tres fotos más de los relatos de Tona que escuchamos durante nuestra infancia y adolescencia.

Lelo murió hace 25 años de la muerte que quisiera tener: caminando una tarde de verano por la playa, un paro cardíaco certero, justo y sin dolor, la puñalada de la parca que en un gesto piadoso no usa la agonía.
Zoe, mi sobrina y bisnieta de Lelo nació 21 años después el mismo día y a la misma hora en que se cayó, también cerca de la playa.

Tona continuó el reinado familiar de cafés con leches por las noches, aún las más calurosas, la calesita, el helado de Gianelli, la torta exquisita preparada cada vez que visitaba Mar del Plata.
Tona era dura en muchas cosas; en el último tiempo se suavizó, se volvió más cariñosa y expresiva.

Siempre generosa y buena, siempre rezando en silencio en el altar familiar, siempre haciendo novenas en las que yo ponía poca fe y ella ponía la toda la suya y la mía perdida por completo para que estuviera bien, "para que progresara".

La última navidad me junté una tarde con ella a tomar mates. Le conté de mis planes de cambiar de vida, de estar mas tranquila y feliz con lo que haga. "Voy a rezar para que se cumplan tus deseos", me dijo.
Mi deseo se está cumpliendo, y ahora quiero contarle otras cosas lindas que me están pasando y contarle que deseo pervivan y crezcan en el tiempo. Ahora no tengo su fe cerca y de alguna manera me siento desprotegida en mi agnosticismo, no sé quien rezará por mí ahora.




jueves, 6 de febrero de 2014

Resonancias

En mis entrenamientos de danza y en mis entrenamientos con la escritura descubro casi lo mismo por dos caminos diferentes: buscando nuevas palabras o practicando nuevos movimientos la caja de resonancia interior devuelve sensaciones distintas.

Qué mas poderoso que analizar  y cambiar las palabras repetidas hasta el hartazgo, los mismos movimientos solemnes, la misma dureza.
Relajar el habla y el cuerpo y ver que eco surge dentro mío, de lugares, de pensamientos y de formas olvidadas o negadas hasta ahora.